-Ya sabemos de las muchas supersticiones que giran alrededor del teatro en cuanto al momento de representar algunas obras, a la suerte que se debe desear a los actores, a la ausencia del color amarillo o incluso a la fatalidad que da el número 13.
No en vano, en el libro Los teatros de Madrid (1947), de Augusto Martínez Olmedilla, se cuenta que en el Teatro Rey Alfonso, sito en la calle Cedaceros, se suprimió de sus butacas la fila 13 y el número 13, sustituyéndolo por el número 12 bis para satisfacción de los supersticiosos más recalcitrantes. Pero no perdamos de vista algunas obras teatrales y autores gafes que ni siquiera se pueden mencionar en determinados ámbitos artísticos. Hoy vamos a tentar a la suerte…
Y no son de ahora estas creencias. En la Crónica Sueca podemos leer un hecho bastante curioso y escalofriante. Corría el siglo XVI y se estaba representando en el palacio de Alborg la obra El Misterio de la Pasión ante Juan II, rey de Suecia, Dinamarca y Noruega. El actor que representaba a Longinos, emocionado por el ímpetu de su papel, clavó realmente la lanza en el costado del desventurado actor que hacía de Cristo, cayendo muerto al instante, aplastando en su caída a la actriz que hacía de Virgen María.
El rey Juan II, encolerizado por lo estaba viendo, subió al escenario, se lanzó contra el actor culpable del desaguisado y le cortó allí mismo la cabeza. A la salida del espectáculo, los otros asistentes, a quienes les había gustado el modo tan realista de representar a Longinos, en un arrebato de furia mataron al monarca en el año 1513. Todo un dramón histórico, tanto que le tuvo que suceder en el trono Cristián II.
La mencionada obra, teñida ya de sangre, no se volvió a representar durante años, por si acaso… Se podría decir que es el colmo de la mala suerte sino supiéramos que existen otros ejemplos muy significativos, aunque mucho menos sangrientos.
La maldición de Macbeth
Entre las obras que se evitan ser representadas, la más famosa, quizás, es Macbeth, el drama de William Shakespeare. Ni representarla, ni citar siquiera tres o cuatro versos seguidos. El propio argumento ya nos pone sobre la pista. Al noble Macbeth le mueve la fatalidad escrita en las estrellas y la ambición es lo que genera que entre en un proceso de autodestrucción. Tres brujas le anuncian un destino que le llevará en poco tiempo a ser rey de Escocia.
El cumplimiento inmediato de la primera profecía y la ambición de su esposa, le llevarán a cometer un crimen para alcanzar lo que antes le habían augurado. Lo que nadie auguraba –ni se podían imaginar– es que esa desgracia de Macbeth traspasaría las barreras temporales de la Escocia del siglo XI y repercutiría en la actualidad. Es un hecho contrastado que en Inglaterra da mal fario solo pronunciar la palabra Macbeth.
Cuando alguien quiere hacer alusión a esta obra de Shakespeare la denomina “la tragedia escocesa”. Los viejos actores creen que las canciones de las hechiceras en Macbeth poseen el poder misterioso de echar maldiciones y a muchos les desagrada tomar parte en la pieza. Incluso existe una leyenda urbana que asegura que todo aquel que interprete el papel de Macbeth tendrá un sonado fracaso en su carrera teatral.
La fatalidad se encargó de aumentar su mala fama en el año 1964, cuando se quemó un teatro nuevo en Lisboa que estaba representando esa misma obra. La última “víctima” de esta especie de maldición ha sido Peter O’Toole que no pudo triunfar con esta obra cuando la llevó a escena. Aunque para fatalidad la que tuvo el cantante de ópera norteamericano Leonard Warren que, en 1960, actuaba en La forza del destino –Verdi– en el Teatro Metropolitan de Nueva York, representando el personaje de Don Carlo.
Acababa de iniciar la famosa aria: “¡Oh fatal urna de mi destino!”, y cuando llegó precisamente a la palabra “fatal”, se tambaleó, cayó hacia delante de repente y murió de un ataque cardíaco. Ni que decir tiene que desde ese momento esta ópera y este aria, en concreto, empezó a generar cierta desazón…
Jacinto Grau, el innombrable Además de obras, existen autores que adquirieron el dudoso privilegio de ser considerados nefastos. Un claro ejemplo es el del dramaturgo y escritor barcelonés Jacinto Grau, autor de comedias como Don Juan de Carillana (1913) o El hijo pródigo (1918).
Pero la que nos interesa reseñar ahora es El señor de Pigmalión (1921) donde aborda el tema del teatro dentro del teatro. Pues bien, en España ningún empresario quería representar sus obras, y en concreto ésta última, por su terrible fama negativa. En un reportaje concedido en 1974 al matutino La Nación, José Cibrián contaba que cuando su padre puso en escena la citada obra en un teatro de Madrid, en la década de los años 30, “todo el mundo le llamaba insensato, y más aún cuando en uno de los últimos ensayos uno de los intérpretes se presentó, pese a que padecía una seria dolencia pulmonar.
El actor pagaría con su vida el exceso de profesionalismo, y muchos compañeros le atribuyeron la desgracia a la presunta influencia nefasta de don Jacinto, renunciando a sus papeles…”. La mala suerte parecía acompañarle a todas partes. Durante una conferencia que Jacinto Grau dio en un teatro de Buenos Aires se cayó la lámpara del techo hiriendo de gravedad a varias personas. Para que más…-
Fuente:http://www.akasico.wanadoo.es/akasico/html/carticulos/63184_1.html
Bueno chicos, espero que disfruten la obra tanto como la disfruto yo.
Gracias Pau, es un artículo interesante. Yo había escuchado de las supersticiones y supuestas maldiciones que esta obra conlleva, la verdad es que nunca la había leído y ahora que he empezado la encuentro fascinante. Yo no creo en aquello de las supersticiones, cada quien tendrá su punto de vista al respecto, pero interpretar a estos personajes me parece todo un reto actoral. La verdad esq me gustaría algún día poder participar en un montaje de esta obra.
ResponderEliminarALGUNA VEZ HABLAMOS DE ESTO CUANDO IBAMOS EN PRIMERO Y COQUI COMENTÒ QUE LE HABÌAN DICCHO QUE LA VERSIÒN ORIGINAL DABA LA SENSASIÒN DE BURBUJEO EN EL DIÀLOGO DE LAS BRUJAS. GUILLERMO ME ENSEÑÒ UN DISCO DE ACETATO CON LA VERSIÒN DE MACBETH EN INGLÈS PERO A MI NUNCA ME PARECIÒ ESO. ALGÙN DÌA SE LAS ENSEÑARÈ.
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